| Descripción |
En la cara principal del vaso una asamblea olímpica: los dioses acuden atraídos por el seductor sonido de la cítara de Apolo. El dios, acompañado por la cierva de los Letoides, representado como un joven de largos cabellos recogidos en la nuca, modelo de efebos, sostiene una cítara que tañe con el plectro, mientras con la mano izquierda extendida regula la sonoridad. A su alrededor se han reunido Hermes, el dios mensajero, y dos Musas. Su número, aún no fijado en estos momentos, es el más apropiado para una composición simétrica y estática, elegida por los pintores de los últimos años del siglo VI a.C. para estas escenas musicales. Los tres dioses con las cabezas inclinadas ante el son de la música, atentas sus miradas sobre Apolo, siguen el ritmo de la suave melodía chasqueando los dedos, subyugados por los deliciosos y seductores sones que surgen de la cítara divina. Un programa iconográfico en torno a dos vertientes religiosas y rituales contrapuestos pero igualmente esenciales en el universo cultual y social de la polis ateniense, y en torno a la música, instrumento de paideia, de formación del ethos ciudadano, y de transformación.
En la cara B, dos guerreros a caballo atacan a un hoplita caído en el suelo, semitumbado, que se protege con el escudo. Todos los combatienetes llevan casco corintio de alto penacho y lanzas.
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